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Un Miercoles, Durante el mes...

Del número de diciembre de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un Miercoles, Durante el mes de noviembre de 1952, visité una fábrica de fertilizantes químicos en los suburbios de Tokio para reparar una máquina. Horas después me sentí mal, y lo atribuí a haber inhalado una cantidad apreciable de gas amoníaco. Esa noche concurrí a una reunión de testimonios de nuestra iglesia filial, y mientras escuchaba los testimonios, traté de orar, pero la situación no mejoró. Al finalizar la reunión, le solicité ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana que se encontraba allí.

Ella señaló con calma las palabras de Cristo Jesús escritas en la pared del auditorio: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Me dijo que yo debía saber la verdad de quién era como hijo de Dios, pero que nunca iba a comprender esta verdad si seguía insistiendo en la mentira de que estaba enfermo. El hecho era que no podía estar enfermo, no podía ser menos que libre, porque era tan inmune a la enfermedad como lo es Dios, mi origen y Padre. En instantes comprendí claramente lo que me dijo y me sané. Los síntomas simplemente se desvanecieron.

En mi vida de negocios, la Ciencia Cristiana trajo curación a todos los problemas que encontré durante una extensa carrera. Sé que la Ciencia me permitió vencer el aparente conflicto entre la Ciencia Cristiana y el mundo de los negocios, y mantenerme por encima de este conflicto, en un ambiente donde se da mucha importancia al consumo de bebidas alcohólicas entre los colegas. Asimismo, estoy profundamente agradecido por toda la sabia dirección y el apoyo firme que llegué a conocer en los negocios como resultado del estudio de la Ciencia Cristiana. Hace varios años me jubilé de una firma industrial líder donde desarrollé una nueva línea comercial — el diseño y construcción de motores de propulsión a chorro — y por muchos años me desempeñé como miembro de su junta directiva. Durante este período de transición oré, junto con mi esposa que también es Científica Cristiana, para saber que hay un lugar para mí donde puedo ser útil a la humanidad. Entonces, sin esperarlo, fui elegido para ser uno de los pocos miembros del sector industrial en el Consejo Científico del Japón. Mi campo de labor se volvió más diversificado e internacional, llevándome a hacer viajes al exterior más a menudo para efectuar trabajos de investigación y dar conferencias. Me permite compartir, en cierta medida, con los países en desarrollo el conocimiento que el Japón tiene sobre el comercio.

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