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Nuestras oraciones pueden ayudar a los refugiados

Del número de septiembre de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nuestros corazones se dirigen hacia el creciente número de refugiados en el mundo. Estas familias que huyen de circunstancias adversas — a menudo violentas persecuciones en su tierra natal — buscan asilo en otros países donde esperan tener un mejor futuro para sí mismos y sus hijos. Lamentablemente, muchos de ellos terminan en campamentos donde hay pocas oportunidades para mejorar su situación.

Sin embargo, algunos refugiados, debido a su propia laboriosidad y determinación, han logrado adaptarse a una nueva cultura. Hace poco se contó la notable historia de un estudiante universitario que ha obtenido siete títulos en los Estados Unidos. ¿Quién dejaría de aplaudir cuando Tue Nguyen, un vietnamita integrante de uno de los muchos grupos que huyeron en barco, recibió el año pasado su doctorado en ingeniería nuclear del instituto Tecnológico de Massachusetts? Los Angeles Times, 6 de junio de 1989.

Por supuesto, el problema de los refugiados no es un fenómeno moderno. A través de la historia, la gente se ha visto forzada a dejar ambientes conocidos y a buscar nuevos lugares para establecerse. Por ejemplo, la Biblia narra la huida de los hijos de Israel cuando Moisés los sacó de la esclavitud de Egipto y los guió hacia la Tierra Prometida. El gran líder enseñó a los israelitas a adorar solamente a Dios y a recurrir a El constantemente en busca de socorro y dirección. Ya casi al final de su vida Moisés los alentó con estas palabras: "El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos... Bienaventurado tú, oh Israel, ¿quién como tú, pueblo salvo por Jehová, escudo de tu socorro, y espada de tu triunfo?" Deut. 33:27, 29.

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