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Siempre en oración

[Original en español]

Del número de abril de 1985 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Cómo podemos estar siempre en oración, cuando tenemos que atender a nuestra familia y nuestros hogares; cuando tenemos que trabajar, colaborar en la iglesia, estudiar y hacer tantas otras cosas? A simple vista, parecería imposible. No obstante, hay una manera, y se puede resumir en una sola palabra: ¡amando! Sí, amando a Dios, que es Amor divino, y amando al hombre, el representante de Dios.

Las fórmulas, o la simple repetición de palabras — por más hermoso que sea su significado — son poco apropiadas para expresar la esencia de la oración. Es necesario que comprendamos el amor infinito, supremo y magnífico que Dios tiene para con todos Sus hijos. Sólo espiritualmente es posible comprender la inmensidad del amor que Dios tiene hacia el hombre, ese amor que nos llena de gratitud, adoración y pureza; en una palabra, ese amor que nos capacita para amar a Dios. Así cumplimos el mandamiento que nos encomendó nuestro querido Maestro, Cristo Jesús: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”. Mateo 22:37. Amando a Dios, estaremos continuamente orando.

¿Cómo podríamos definir el amor? Humanamente hablando, es un sentimiento de ternura y afecto; una inclinación natural de cariño hacia una o más personas. Pero consideremos qué es el amor desde el punto de vista espiritual de la Ciencia Cristiana. El apóstol Juan dice: “Dios es amor”. 1 Juan 4:16. Entonces el Amor divino tiene que incluir mucho más que buenas aptitudes humanas que reconocemos como expresiones del Amor. La Sra. Eddy, con la claridad y sabiduría que le son tan características, dice lo siguiente en un artículo titulado “Amor”: “¡Qué palabra ésta! Con asombro reverente me inclino ante ella. ¡Sobre cuántos miles de mundos tiene alcance y es soberana! Aquello que no se deriva de cosa alguna, lo incomparable, el Todo infinito del bien, el Dios único, es Amor”.Escritos Misceláneos, págs. 249–250.

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