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Cómo apoyar a un gobierno justo

Del número de noviembre de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A veces, al contemplar la escena humana que presentan los gobiernos hoy en día, uno puede preguntarse: ¿Cómo puedo encontrar un gobierno justo al cual apoyar? ¿Resulta práctico basar mis decisiones para ello en el amor a Dios y al hombre cuando parece haber tanta discordancia y confusión? Cuando a la Sra. Eddy se le preguntó cuáles eran sus tendencias políticas, respondió: “En realidad, no tengo ninguna, como no sea la de apoyar a un gobierno justo; amar a Dios supremamente y a mi prójimo como a mí misma”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 276;

En la Ciencia Cristiana aprendemos que si deseamos amar a Dios supremamente tenemos que comenzar por aceptar que Él es Principio divino, el único poder gobernante que dirige el universo. Debido a que Dios es Espíritu, Él está siempre presente; y debido a que Dios es Vida, la Suya es la única actividad que se lleva a cabo por doquier. ¿Significa esto que debemos suponer que un gobierno que parece ser deficiente es realmente espiritual? No, pero podemos, y debemos, espiritualizar nuestro concepto de gobierno y saber que el concepto totalmente espiritual, el gobierno que Dios ejerce sobre todo, es un hecho ahora mismo. Esta verdad, comprendida, satisfará la necesidad humana de un gobierno mejor.

En las siguientes palabras de Isaías encontramos autoridad bíblica para definir un gobierno que se basa en lo espiritual: “Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará”. Isa. 33:22; En algunos países, una democracia constitucional o parlamentaria funciona mediante tres poderes separados, pero relacionados entre sí: el poder judicial, el legislativo y el ejecutivo. ¡Cuán alentador es saber que Dios es la base espiritual de cada uno de ellos! A medida que comprendemos esto ayudamos a ver cada vez más que la relación que existe entre estas tres funciones no puede ser entorpecida por influencias en conflicto, tales como el orgullo, la justificación propia, el egotismo o las falsas ambiciones.

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