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«María Alejandra El accidente no dejó huella

Del número de septiembre de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Unos meses estaba paseando en bicicleta por la ciudad junto a mi mamá cuando, al intentar bajar, tropecé y caí con fuerza golpeándome la cara contra el hormigón de la calle.

Tuve muchísimo miedo porque pude oír cómo se quebraban los huesos, y la nariz comenzó a sangrar de inmediato, tanto por fuera como por dentro, debido a las heridas.

Una señora muy amable que pasaba por allí quiso ayudarme, a pesar de que estaba tan asustada o más que yo. Me acompañó hasta su casa que quedaba a dos cuadras y me dejó lavarme la cara en el baño. Pero cuando vi el aspecto que tenía mi nariz hinchada como un globo, me asusté aún más.

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