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Aunque pertenecía a una familia que mantenía muy estrechamente...

Del número de agosto de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Aunque pertenecía a una familia que mantenía muy estrechamente las tradiciones culturales prevalecientes, a temprana edad conocí la Biblia en la escuela de misioneros donde fui educado. Este estudio de las Escrituras me condujo, más tarde, a investigar yo mismo varias filosofías y religiones, incluso la Ciencia Cristiana. Inmediatamente me sentí atraído por esta enseñanza, pero no fue sino siete años después que me sentí listo para adoptar la Ciencia como forma de vida. Tres años después me afilié a La Iglesia Madre, y también a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, en mi ciudad.

Esta decisión de confiar en Dios para todo fue un punto decisivo en mi vida. Al interesarme en el trabajo de la filial, sirviendo durante varios años como jefe de ujieres y miembro de diferentes comités, muchos rasgos de carácter fueron mejorados. Durante un corto plazo fui tesorero, también fui maestro de la Escuela Dominical, y luego miembro de la comisión directiva. Todo esto me puso en contacto directo con las actividades de la iglesia y me enseñó a realmente aplicar las verdades sobre las que descansa este método científico de curación.

Desde antes de afiliarme a La Iglesia Madre, he sentido gratitud por la Ciencia Cristiana. En ese entonces conseguí un trabajo satisfactorio, que todavía tengo y que he mantenido por más de una década. Este sentido de gratitud aumentó al poner en práctica las verdades científicas cada vez más en mi vida, tanto en problemas físicos como mentales. En diferentes ocasiones tuve la ayuda de practicistas de la Ciencia Cristiana, cada uno de ellos fue un luminoso ejemplo que me inspiró a seguir el consejo de Pablo: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21).

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