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Hace unos ocho años, trabajaba yo en un empleo que requería caminar...

Del número de mayo de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace unos ocho años, trabajaba yo en un empleo que requería caminar mucho. En esa época, hubo un período de días durante los cuales unos ataques de dolor en el lado derecho del cuerpo aumentaron en frecuencia e intensidad hasta que me fue imposible continuar con mi trabajo. Me vi forzado a guardar cama y telefoneé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara.

Como estudiante sincero de la Ciencia Cristiana que era, no sentía ningún deseo de buscar ayuda médica para esta dificultad, ni me sentía tampoco indebidamente preocupado por si la molestia se llamaba “apendicitis”, “piedras en la vesícula”, o cualquier otra cosa. Existía una razón profunda para confiar solamente en Dios para la curación. Yo sabía que aunque hay muchas situaciones que son consideradas como fuera del alcance de la ayuda humana, “para Dios todas las cosas son posibles” (Mateo 19:26). El adagio “Practica lo que predicas” también cruzó por mi pensamiento. Quizás más importante aún, yo sabía que la cirugía médica podría traer alivio físico, pero no produciría ningún beneficio permanente en cuanto a progreso espiritual o regeneración del carácter. La curación por medios espirituales necesariamente nos impele hacia Dios.

Aunque en la Ciencia Cristiana no se utilizan fórmulas ni métodos estereotipados, existen reglas espiritualmente científicas que Cristo Jesús demostró al sanar, y que la Sra. Eddy explica en Ciencia y Salud. La confianza radical en Dios fue ciertamente una piedra angular del éxito sin paralelo alcanzado por Jesús en la curación. La Sra. Eddy escribe (Ciencia y Salud, pág. 167): “Sólo por medio de una confianza radical en la Verdad puede realizarse el poder científico de la curación”.

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