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¿Cuán grande es nuestro mundo?

Del número de septiembre de 1976 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Las primeras palabras de la Sra. Eddy en el Prefacio de Ciencia y Salud son: “Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones”.Ciencia y Salud, pág. vii; No se ofrece aquí un pequeño apoyo de intereses personales seguros, ningún cómodo círculo de viejas amistades y lugares familiares, ni siquiera la tradicional manera materialista de ver a nuestro mundo como una pequeña partícula de polvo que gira en un universo de otras pequeñas partículas de polvo giratorias. Si hemos de disfrutar de las bendiciones ilimitadas del día de Dios, que la Ciencia Cristiana nos ha descubierto, no debemos apoyarnos en nada que no sea el “infinito sostenedor”; debemos reconocer que Dios es la infinita inteligencia creadora, y que el hombre es la infinita idea espiritual de Dios, idea que vive en el universo infinito de ideas espirituales.

Pero volvamos un poco más atrás. ¿Cuán grande es su mundo? ¿Cuán grande es el mío? ¿Es lo que Shakespeare describió como “el gran globo mismo”, o es una media docena de calles alrededor de nuestro hogar y lugar de trabajo? ¿Es un pequeño mundo limitado, compuesto de unos pocos amigos e intereses personales, algunas veces confortable y otras no tanto? O si lo consideramos con una visión más amplia, ¿es aún así esa pequeña partícula de polvo giratoria?

Las últimas palabras de Cristo Jesús poco antes de su ascención pueden haberle causado sorpresa a su pequeño grupo de fieles amigos. Éstos eran hombres jóvenes, sin rango social especial, habitantes de un pueblo sometido alejado de los centros mundiales de poder, que cuando hablaban griego y latín, en cualquier medida que lo hablaran, sin duda lo hacían con acento provinciano. Sin embargo, Jesús les dijo: “Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Hechos 1:8;

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