Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Libre de síntomas de enfermedad contagiosa

Del número de agosto de 2020 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 25 de mayo de 2020 como original para la Web.


He sido Científica Cristiana toda mi vida, y testigo de la salud, la protección y el cuidado que brinda el tratamiento de la Ciencia Cristiana, y nunca me ha decepcionado.

Cuando mi hija tenía doce años, asistió a un campamento de verano para natación, que quedaba a algunos cientos de kilómetros de casa. Un viernes, nos llamó para decirnos que no se sentía bien. Le dije que iría a buscarla, pero me comentó que la familia de su entrenadora le había ofrecido su habitación de huéspedes con aire acondicionado (ya que el del campamento no funcionaba), y que quería quedarse. Hablé con esa familia y me aseguraron que todo estaba bien, y que les encantaría que ella se quedara. Le dije a mi hija que podía hacerlo, pero con la condición de que fuera muy diligente con sus oraciones. Sabíamos que el tratamiento de la Ciencia Cristiana era el mejor cuidado posible que se le podía brindar.

La familia preguntó cómo podían ayudar, y les pedí que le leyeran a mi hija de la Lección Bíblica semanal que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana compuesta por pasajes de la Biblia y su libro correspondiente, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy— y así lo hicieron. Durante el fin de semana, le canté himnos a mi hija por teléfono, sintiendo mucho consuelo particularmente al cantar el poema de la Sra. Eddy “La oración vespertina de la madre” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 389) al cual se le ha puesto música en el Himnario de la Ciencia Cristiana (Himno N° 207). Este poema siempre ha tenido un significado especial para mí cuando oro por mis hijos. Transmite la paz, la alegría y el poder del Amor divino como la única presencia y poder que guarda y guía a cada uno de los hijos de Dios, ya sean grandes o pequeños, adultos o niños.

Analizando cuidadosamente las palabras del poema, oré con confianza y comprensión, sabiendo que el Amor divino destruye el temor, todas las sugestiones de enfermedad y cualquier sugestión de que algo o alguien pudiera tener el control aparte de Dios. Comprendí que Él bendice, sostiene y mantiene al hombre (término que incluye a hombres, mujeres y niños), y a toda la creación; que el Amor divino es inagotable; que el hombre, por ser la imagen y semejanza de Dios, el Amor divino (véase Génesis 1:26, 27), no puede sentirse exhausto, débil o enfermo. El hombre siempre tiene suficiente amor. No puede existir sin el Amor y su tierno cuidado. 

No fue sino hasta el fin de semana que me enteré de que otros nadadores también estaban enfermos. A los que vivían localmente, los mandaron a su casa, y a los que eran de otro estado y no estaban en condiciones de viajar, los hospitalizaron. En ese momento, mi hija ya estaba más fuerte; me aseguró que estaba recibiendo el cuidado que necesitaba y quería quedarse. Prometió continuar con el tratamiento de la Ciencia Cristiana, e incluso se sintió lo suficientemente bien como para asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana al día siguiente, a la que su entrenadora muy amablemente la llevó. Para mediados de semana, se sintió totalmente capaz de participar en todas las actividades y regresar al campamento. Para entonces, el aire acondicionado del campamento también había sido reparado.

Durante el fin de semana, mientras le daba tratamiento de la Ciencia Cristiana a mi hija, me había aferrado a las ideas de “La oración vespertina de la madre”, especialmente la línea que dice “Su brazo nos rodea con amor”. Sabía que Dios es la única causa, es el Amor omnipotente, omnipresente, divino y bueno. Sabía con convicción que por ser el Padre-Madre divino de todos, Dios estaba cuidando amorosamente a todos. Él no podía afligir a Sus hijos con enfermedades o permitir que algo desemejante a Él mismo los tocara. Un reflejo no puede tener nada que no esté incluido en lo que refleja. De modo que, puesto que la enfermedad no forma parte de Dios, el hombre —Su imagen y semejanza, o reflejo— tampoco podía tener ninguna enfermedad. El reflejo del Espíritu divino y perfecto tiene que ser espiritual y perfecto. Yo sabía que esta era la ley de Dios, como lo indica esta declaración de Cristo Jesús: “Tú debes ser perfecto, así como tu Padre en el cielo es perfecto” (Mateo 5:48, NTV). Podía estar agradecida y feliz de que Dios no solo era el creador, sino también el protector, que guía y guarda a cada uno de Sus hijos, y mantiene a Su imagen y semejanza.

También sabía que solo el bien circula, porque todas las acciones proceden de Dios, el bien. El pensamiento no podía originarse ni se origina en la materia; por lo tanto, no se transfiere material o mortalmente. Ciencia y Salud con claridad afirma: “En realidad, no hay mente mortal y, consecuentemente, no hay transferencia del pensamiento mortal y de la fuerza de voluntad. La vida y el ser son de Dios” (pág. 103). Puesto que todo lo que realmente es proviene de Dios, no existe mal o cosa nociva para abrumar a Dios o a Su creación; no hay epidemia, no hay enfermedad y no hay temor de que algo esté mal o fuera de control. En realidad, nada excepto el amor, la alegría y la bondad de Dios pueden circular. El Amor confirma la bondad y la salud de todos. El Salmo 91 nos asegura: “No te sucederá ningún mal, ni plaga se acercará a tu morada. Pues Él dará órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos” (versículos 10 y 11, LBLA). 

Después recordé la historia de Elías en la Biblia, cuando estaba de pie en la montaña y hubo un gran viento, un terremoto y un fuego. Primera de Reyes dice que Dios no estaba en esas fuerzas destructivas, sino en la “voz callada y suave” (19:12, KJV) que siguió a esos sucesos. Yo sabía que, así como Dios no estaba en los elementos destructivos del terremoto, el viento y el fuego, Él no estaba en una epidemia, y que no había una epidemia en Él. Sabía, en cambio, que la “voz callada y suave” del consuelo y la curación estaba dirigiéndose al pensamiento del hombre, de cada uno de nosotros. Envueltos en el Amor, con sus brazos rodeando a cada uno, los hijos de Dios pueden experimentar solo salud, alegría y paz. 

Cuando mi hija regresó al campamento, la entrenadora amablemente le pidió a una de las consejeras que continuara leyendo la Lección Bíblica con mi hija cada día. Así lo hizo, y luego preguntó cómo podía obtener su propio ejemplar de Ciencia y Salud, y le envié uno. Después de que esta consejera se graduó de la universidad, nos envió una carta agradeciéndonos por el libro, y nos contó que había una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, en la ciudad a donde se había mudado. Dijo que estaba asistiendo con regularidad y había solicitado ser miembro.

A fines del verano, me enteré aún más de lo que había ocurrido en el campamento. Después de que mi hija sanara, muchos de los otros nadadores se habían recuperado mucho más rápidamente de lo que los médicos habían predicho, y todos querían saber acerca de la Ciencia Cristiana y cómo se habían sanado tan pronto. Todos los domingos por el resto del tiempo que estuvieron en el campamento, la entrenadora manejó un autobús con 27 campistas para asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. La Sociedad local de la Ciencia Cristiana estuvo feliz de tenerlos. Yo sentí muchísima gratitud de que tantos hubieran sido bendecidos, y que esos nadadores hayan estado dispuestos a renunciar a su mañana del domingo; esa era la única mañana de la semana que no tenían que levantarse a las 5:00, sino que tenían tiempo libre, y podían dormir más. En cambio, optaron por asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana.

Esta situación fue para mí una prueba de que la Verdad divina es irresistible. El hombre naturalmente anhela conocer la verdad de la existencia y responde al cuidado omnipresente de su creador, su Padre-Madre Dios.

Jane Hickson
Braselton, Georgia, EE. UU.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / agosto de 2020

La misión del Heraldo

 “...para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.