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“Amad a vuestros enemigos”, ¡a todos ellos!

Del número de enero de 1986 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Al oír las noticias sobre otro ataque terrorista reaccioné con enojo. El terrorismo tendría que ser la única excepción al mandamiento de Cristo Jesús: “Amad a vuestros enemigos”, pensé. ¿Cómo podía una respuesta tan blanda ser la solución a esta forma de violencia, o ser un consuelo para aquellos cuyos seres queridos eran las víctimas?

El batallar con esta pregunta resultó ser una importante ocasión para que orara. Me despertó a la necesidad de aprender más acerca de lo que Jesús quiso decir con esa palabra amor. A veces mi amor era similar al que, como él dijo, aun los pecadores podían dar: amor por aquellos que me amaban, o, tengo que agregar, por aquellos que estaban de acuerdo conmigo, o dedicados a los mismos ideales. Al reflexionar sobre esto, me di cuenta de que este amor es el que se aferra a las cosas tal cual están. Es un amor que no cambiará nada, que no traerá curación donde hay odio.

Pero Jesús no solamente dijo: “Amad a vuestros enemigos”, también dijo: “Orad por los que os ultrajan y os persiguen”. Mateo 5:44. ¿Orar por estos terroristas? Jesús oró por los que lo crucificaron. Pero, ¿por qué? ¿Contaba él con que estarían deseosos de cambiar a causa de que se esperaba lo mejor de ellos? ¿Los perdonaba para crear así una atmósfera en la que la gente pensara mejor de él? El había denunciado abiertamente a sus enemigos por su deshonestidad, hipocresía, avaricia y prejucio. ¿Estaba ahora relevándolos de la responsabilidad de sus acciones?

Mientras yo pensaba acerca de toda su vida — acerca de sus curaciones y sus requerimientos — pude ver que lo que impulsaba la oración de Jesús no era una última gota de fe en la buena voluntad de la gente, ni el deseo de dejar libres a los malhechores. Su amor y las oraciones por sus enemigos eran el reconocimento más completo posible de que Dios, el bien infinito, es el único poder; y contra ese poder, ni siquiera los actos más maliciosos pueden resistir.

Si bien él perdonaba a sus enemigos, nunca les atribuía el poder destructivo que pretendían tener. Reconocía y se inclinaba a una sola voluntad: la voluntad de Dios, el Amor divino; y al representar constantemente el Amor omnipotente, expresaba, fielmente, el poder curativo y restaurador del Amor.

Cuando Pedro trató de salvar a Jesús de la crucifixión blandiendo una espada contra los soldados que iban a capturarlo, y cuando Pilatos lo amenazó con sus poderes mundanos, Jesús respondió señalando hacia la única fuente de poder. Su oración de perdón incorporaba esta misma lealtad completa a Dios. Sin esta lealtad, no hubiera habido resurrección.

Así que, cuando él nos mandó que amáramos, nos estaba enseñando la base misma de su obra sanadora y la solución a todo desafío, no importa cuán amenazador pueda parecer. El amar como Jesús lo enseño, el aceptar a Dios, el bien, como el único poder e inteligencia, trae a nuestras vidas la omnipotencia de Dios, la luz de la Verdad, la influencia purificadora del Amor divino. Nos revela lo que es verdadero, incluso el hecho de que el hombre, como Dios lo ha creado en realidad, es completamente espiritual y sin impulsos malignos.

Para aquellos que resisten esta luz de la Verdad, su acción purificadora puede que parezca como un fuego consumidor. Pero, a medida que uno cede a sus demandas, siente su efecto regenerador y transformante. Aunque no podemos hacer que otros cedan, podemos vivir el amor tan obedientemente, con tal constancia, que el Cristo, el poder curativo del Amor divino, se haga sentir en todo el mundo. Esta es la oración por nuestros enemigos.

Esta oración puede abrir la puerta a la curación de los males e injusticias que engendran el terrorismo, así como la curación de sus víctimas. Mientras tanto, el amor que oye y obedece a Dios es nuestra protección. Se hace menos factible que seamos engañados para que cooperemos, sin darnos cuenta, con todo aquello que quiera negar la presencia y el poder de Dios. Esta negación es el único enemigo de la humanidad.

Jesús denunció a este enemigo como a un “mentiroso, y padre de mentira”. Juan 8:44. Pablo lo llamó “la mente carnal”. Rom. 8:7 (según la versión King James). Y al escribir sobre este tema, la Sra. Eddy dice: “Todo lo que la envidia, el odio y la venganza — los móviles más despiadados que gobiernan la mente mortal — todo lo que éstos traten de hacer ‘a los que aman a Dios’ les ayudará ‘a bien’ ”.Escritos Misceláneos, pág. 10.


Porque vendrá el enemigo como río,
mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él.

Isaías 59:19

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