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Seamos buenos samaritanos

Del número de marzo de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La mayoría de nosotros estamos familiarizados con la parábola de Cristo Jesús acerca del hombre que cayó en manos de ladrones y fue robado, herido y abandonado, dejándole por muerto. Leemos que fue ignorado por un sacerdote y por un levita, que pasaron de largo, pero que “un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia”. El samaritano vendó sus heridas, lo llevó al mesón y cuidó de él. Después de relatarle esta parábola al que le preguntó, Jesús le ordenó lo siguiente: “Vé, y haz tú lo mismo”. Lucas 10:33, 37. ¿Cuál es la mejor forma de obedecer este mandato?

Todos los días, vemos y oímos a nuestro alrededor acerca de las aflicciones de nuestros amigos y de nuestro prójimo. Algunos de ellos han caído entre los ladrones de la enfermedad, la desdicha o el pecado. ¿Hemos tenido compasión de ellos; hemos sentido un afecto puro que proviene de Dios y nos eleva, y que nos muestra cómo verter el aceite de la oración en sus heridas y cómo traerlos al mesón, a la atmósfera de la verdad y el amor espiritual para que sean sanados? O, al igual que el sacerdote y el levita, ¿acaso, hemos pasado de largo, tal vez, porque no pidieron ayuda? La parábola tampoco indica que el hombre herido hubiera pedido ayuda. Sin embargo, este sabio, bondadoso y buen samaritano se la brindó. Se dio cuenta del sufrimiento y deseó ponerle fin, y sabía que poseía todo lo necesario para terminar con ese sufrimiento. Quizás deseemos ver que alguna persona deje de sufrir, pero tenemos temor de ofrecerle ayuda.

El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, nos revela el significado de la Biblia. Explica la manera de seguir el mandato de Jesús: “Vé, y haz tú lo mismo”. Su autora, la Sra. Eddy, escribe en la página 570: “Millones de mentes sin prejuicios — sencillos buscadores de la Verdad, fatigados peregrinos, sedientos en el desierto — esperan con anhelo descanso y refrigerio. Dadles un vaso de agua fría en nombre de Cristo y jamás temáis las consecuencias”.

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