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¿Estadista o politicastro?

Del número de julio de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Las maquinaciones políticas, el escándalo, el soborno, la corrupción — los disfraces del mal son múltiples en los sistemas de gobierno del presente. El partidismo intransigente, el fraude y el interés egoísta parecen estar a la orden del día. ¿Qué puede hacerse para ayudar a liberar nuestro mundo de “las pretensiones de la politiquería y del poderío humano” contra los cuales la Sra. Eddy nos amonestó? Su declaración completa, bajo el título “Libertad insuficiente” dice: “A mi entender, los peligros más inminentes que enfrenta el siglo entrante son: el privar a la gente de la vida y de la libertad que garantizan las Escrituras; las pretensiones de la politiquería y del poderío humano, la esclavitud industrial, y libertad insuficiente de competencia honrada; ritos, credos y consorcios en lugar de la Regla de Oro: ‘Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos’ ”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 266;

Como cristianos, ¿cómo consideramos individualmente la política y a los políticos? ¿Cómo los seleccionamos, votamos por ellos y los apoyamos? ¿Cómo colocamos a los mejores ciudadanos en las oficinas gubernamentales? ¿Cómo nos comportamos en nuestra vida privada para mantener la norma de conducta que exigimos a nuestros representantes electos?

La gran necesidad, oímos con frecuencia, consiste en tener estadistas en vez de meros politicastros en la vida pública. Pero, ¿en qué se diferencian? El diccionario de la Academia dice: “Politicastro: el que politiquea” y “Politiquear: bastardear los fines de la actuación política o envilecer sus modos”. El estadista tiene la capacidad de ser comprensivo, prudente en los asuntos del estado. Se ha dicho que la diferencia entre el politicastro y el estadista estriba en que el politicastro piensa en sí mismo y en su partido, mientras que el estadista piensa en los ciudadanos de su país.

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